Los primeros días de la primera legión
Continuamos con la serie de artículos iniciada por el Hermano Innaxius centrada en el trasfondo de los Ángeles Oscuros durante los días de la Legión. En esta ocasión trataremos los primeros días de los Hijos del León, desde su creación hasta el momento en que se embarcaron en La Gran Cruzada.
Esta etapa es de singular importancia para comprender no sólo los Ángeles Oscuros sino para entender mejor la creación de las Legiones Astartes y cómo fueron incorporadas al resto de fuerzas durante las Guerras de Unificación y los primeros años de La Gran Cruzada.
El origen de las Legiones Astartes es materia de especulación y debate ya que todo el proceso está envuelto por un velo de misterio. Probablemente este sea el mayor y más duradero de los muchos trabajos llevados a cabo por El Emperador y no es posible comprender la historia del Imperio sin la intervención de estos poderosos guerreros post-humanos.
Los Hijos del León fueron desarrollados a partir del código genético del más estable de los Primarcas.
Entre los pocas afirmaciones que se pueden realizar con cierta veracidad está el hecho de que, de entre todas las estirpes de lo que serían el Adeptus Astartes, los Ángeles Oscuros fueron concebidos como la plantilla por la que se regirían aquellos que habrían de seguir a la Pirmera Legión. Los Hijos del León fueron desarrollados a partir del código genético del más estable de los Primarcas, Lion El’Jonson, y no se realizó ningún esfuerzo por acentuar rasgos específicos o desviaciones sobre su semilla genética.
El proceso estuvo lleno de dificultades hasta lograr que los sujetos producidos no adolecieran de ninguna de las deficiencias que afectaban a los Guerreros Trueno. De entre las creaciones iniciales a las que los Archivos Imperiales se refieren como El Linaje Primordial, casi ninguna sobrevivió a las primeras pruebas de campo. Sin embargo estos sujetos formaron la base de la que surgirían los guerreros de la Primera Legión y, a través del refinamiento de las formulas utilizadas en este proceso, el resto de las legiones.
Se sabe a través de los Archivos del palacio Imperial que uno de estos primeros sujetos se llamó Abraxas, de la Decimocuarta promoción de Ghent. Este individuo no vuelve a figurar entre los registros de ninguna de las Legiones Astartes salvo en una fuente oscura escrita por uno de los consejeros del Emperador durante el Asedio al Palacio Imperial. En este escrito se habla de un guerreo de nombre Abraxus Ghent que luchó como parte de la retaguardia que protegió el recinto interior contra los traidores de Horus. Su muerte no está reflejada en ninguno de los registros que se conservan y su destino es incierto.

Al tratarse de la Primera Legión, las filas de quienes serían los Ángeles Oscuros no reclutaron a sus guerreros de entre una única fuente genética. Mientras que legiones como Lobos Espaciales, que reclutaron entre las poblaciones de Skandia, o los Hijos del Emperador, que lo hicieron entre los rehenes tomados de las casas nobles de Europa, los primeros guerreros Astartes provenían de una miríada de culturas y tradiciones bélicas. La Primera Legión se convirtió en el crisol a través del que se destiló todo el saber militar de la Vieja Noche para formar una doctrina que conquistaría la galaxia.
En estos primeros años los Legionarios Astartes apenas contaban unos pocos centenares. Se empujó a los recién armados guerreros a abandonar los nombres y tradiciones que los ligaban a viejas lealtades y, en su lugar, tomaron nuevos nombres de entre los ciclos míticos que sobrevivieron a la Era los Conflictos. Es por esto que nombres como Gilgamesh, Heracles, Tarkon o Hengest figuran entre los primeros registros de honores de La Primera Legión. Sus atributos sobrehumanos unidos a esta aura de leyenda proporcionaron a la legión una reputación única: como si una hermandad de dioses caminara sobre la tierra a las órdenes del recién coronado Emperador.
Al principio combatieron en pequeños grupos integrados dentro de las otras ramas del ejército imperial. Aunando al mismo tiempo las habilidades propias de su origen con las destrezas impartidas en los laboratorios imperiales fueron conocidos como Los Príncipes Sin Corona o simplemente como Las Coronas. Esto suponía un homenaje tanto al lugar prominente que tomaban en el orden de batalla como al destino que les había sido conferido por el propio Emperador. El título inspiraría un sentimiento de unidad y cierta arrogancia entre los primeros Marines Espaciales. Ambas impulsarían en el futuro a los Ángeles Oscuros a convertirse en los mejores entre las Legiones Astartes.
Es en estos pequeños grupos de combate donde vemos el origen de las Huestes de la Primera Legión. Cada Hueste adoptó una forma de hacer la guerra, formando así un millar de grupos informales entre las compañías de la legión. Del saber unificado de estas Huestes surgieron las primeras doctrinas de batalla que adoptarían los ejércitos del Emperador.

-La Hueste de las Coronas: guerreros de vanguardia que trazan sus orígenes a las Guerras de Unificación.
-La Hueste de las Hojas: se convirtió en el núcleo de la Legión al crecer su número. Maestros de las formaciones de infantería.
-La Hueste de los Pentáculos: fue el primer intento de introducir psíquicos entre los Astartes antes de que Magnus estableciera los Librarius.
-La Hueste de Hierro: expertos en el uso de blindados fueron pioneros en el establecimiento de estrategias para los carros de combate de las Legiones Astartes.
-La Hueste del Fuego: compuesta por espías y asesinos dominaban las artes más sutiles de la guerra. Sus cónsules interrogadores son el germen de los Capellanes-Interrogadores.
–La Hueste de Hueso: también conocida como la Hueste Skandika, luchaban con el objetivo de aplastar la moral del oponente. Eran especialistas en asaltos salvajes y tácticas de terror.
Las Huestes no pertenecían a la cadena de mando de ninguna compañía ni estaban sometidas a comandante alguno. En lugar de esto estaban distribuidas entre las filas de La Primera Legión, de modo que, en cualquier situación de combate, siempre habría alguno de sus miembros a los que recurrir por su saber especializado.
El saber acumulado por las Huestes daría forma a la Principia Belicosa: el conjunto de tácticas que utilizarían todas las legiones Astartes.
Con el tiempo muchas Huestes desaparecerían al quedar obsoletos sus métodos o ser absorbidas por otras Huestes con cuyos métodos coincidían. Sin embargo, en aquellos días el saber acumulado por las Huestes daría forma a la Principia Belicosa: el conjunto de tácticas que utilizarían todas las Legiones Astartes.
A medida que el resto de legiones crecieron en número y participaron activamente en más campañas, sus rasgos espécificos se solaparon con las tácticas de algunas Huestes y estas desaparecieron. Al final de esta criba, dentro de la Primera Legión quedaron sólo las más eficaces de las doctrinas bélicas y, lo que es quizas más importante, cierto sentido de superioridad al haber abierto el camino que seguirían el resto de Astartes.
En 668.M30, durante la batalla de Samarkand, 10 000 guerreros de La Primera fueron desplegados. Se trataba de la primera batalla a gran escala para las Legiones Astartes. Estos guerreros, flanqueados por pequeñas fuerzas de otras legiones, derrotaron a 200 000 guerreros genéticos de Udug-Hul de quienes se decía que valían por 10 soldados convencionales. La batalla duró diez horas tras las que Samarkand yacía en ruinas y la cabeza de su rey colgaba del cinto del Gran Maestre de la Primera Legión, Héctor Thrane. Como resultado de este enfrentamiento los príncipes de Terra laudearon a Thrane y se ganó el título de Sinestra Imperialis, la mano izquierda del Emperador y su arma más mortífera.
Desde entonces, la Primera Legión fue la espada que El Emperador esgrimiría contra los más terribles de sus enemigos y tendría un único objetivo; erradicarlos por completo.
Tras la victoria en Samarkand el reclutamiento de nuevos Astartes se multiplicó. El nuevo ejército del Emperador se había puesto a prueba y había salido triunfante. Para La Primera Legión esta batalla tuvo, además, otras consecuencias. Su reputación se volvió siniestra entre el resto de fuerzas imperiales. Habían entrado en la boca del Infierno, y no sólo habían regresado, sino que habían arrasado todo a su paso dejando únicamente ruinas. Desde entonces, la Primera Legión fue la espada que El Emperador esgrimiría contra los más terribles de sus enemigos y tendría un único objetivo; erradicarlos por completo.
Comienza aquí una nueva etapa para la Primera Legión; sus batallas se libraron contra enemigos cuya amenaza y horror nadie más podía afrontar. Desde abominaciones Xeno hasta anomalías surgidas de la Disformidad, nada escapó a la furia de los legionarios de La Primera. Sin embargo de estas campañas se conserva poco más que el nombre y la fecha, el contenido de las mismas tan terrible que no podía ser desvelado. Este patrón se repetiría a lo largo de toda la historia de los Hijos del León.

Para poder librar estos combates imposibles el Emperador otorgó a sus campeones acceso las armerías del Palacio Imperial. Se pusieron bajo su cuidado artefactos arcaicos y prohibidos que llevaban siglos sepultados en cámaras olvidadas. Como la más letal de las herramientas del Emperador, serían la única legión en la que se confitaría para usar libremente las peores creaciones de la humanidad.
Bajo las órdenes de Héctor Thrane, La Primera arrasó las ciudades retorcidas de Khadun y Molay y se desataron virus genófagos para purgar Encleadus de una infestación Khrave. Victorias como esta dejaron una mácula sobre el carácter de las Guerras de Unificación y la propia Legión y pronto Thrane se labró una reputación como el más terrible y orgulloso señor de la guerra al servicio del Imperio.
No eran vistos como héroes, sino como mosntruos fieramente leales a su amo, El Emperador.
Entre el resto de fuerzas imperiales la Primera Legión se convirtió en sinónimo de muerte, pues dondequiera que fura desplegada era como si el propio jinete pálido la siguiera. Pese a los esfuerzos de La Verdad Imperial por alentar el pensamiento racional, cierto temor supersticioso envolvió a los reclusivos guerreros; una sensación que era a la vez de respeto y terror nacía en quienes luchaban junto a ellos, pues se decía que su patrón era la misma Muerte. No eran vistos como héroes, sino como monstruos fieramente leales a su amo, El Emperador.
Los guerreros de La Primera, siempre pragmáticos, hicieron uso de este temor y adoptaron el icono esquelético de la Muerte como su propia marca y adornaron sus armaduras con signos funerarios. Este exilio autoimpuesto del resto de siervos menores del Imperio se convirtió en una fuente de orgullo para los Hijos del León; un rasgo que pervive en el milenio 40 000. Pero no todo era orgullo, la distancia que ponían entre ellos y otras fuerzas de combate protegía a estas de aquellos terrores que sólo La Primera podía soportar.

Esta separación fue vista por el resto de Legiones Astartes como una arrogancia desmedida y pronto una brecha se abrió entra La Primera y el resto. Sin embargo los Hijos del León no perdieron el tiempo combatiendo rumores maliciosos y se centraron en su único cometido, destruir a los enemigos del Imperio.
Cuando las legiones más jóvenes contaron con los números suficientes para librar las últimas batallas para unificar su sistema estelar, La Primera abandonó la luz de Sol llevando a cabo una silenciosa vigilia. Aniquilaron toda resistencia de la Nube de Oort y formaron un muro en la frontera de los dominios del Emperador para que ningún enemigo pudiera dañar su aún frágil reino.
Durante este periodo La Primera Legión adquirió un nuevo nombre: Los Ángeles de la Muerte. Ellos fueron los primeros y, por aquél entonces, los únicos en llevar este título . Durante una década montaron guardia en las tenebrosas profundidades del sistema solar. Fue entonces cuando las antiguas Huestes dieron paso a las Órdenes como agrupaciones informales dentro de la estructura de mando de la legión.
Cuando los Ángeles de la Muerte regresaron a los mundos del núcleo del sistema habían purgado cualquier debilidad de entre sus filas y habían abandonado la panoplia gris que vestían todas las legiones; ahora sus armaduras eran de un negro impasible.

No hubo desfiles para darles la bienvenida; como única recompensa recibieron la silenciosa aprobación del Emperador y un lugar a la vanguardia de La Gran Cruzada. Nadie dudó de que los orgullosos y silenciosos guerreros de negro se harían con la victoria cuando estos se pusieron al frente de los ejércitos imperiales.
A los Ángeles de la Muerte se les concedió la mayor parte de las antiguas naves construidas durante la Vieja Noche; reliquias tales como los acorazados clase Gloriana, cruceros clase Prometeo y destructores clase Tiamat. Todos ellos superaban en resistencia y potencia de fuego a las versiones más modernas producidas en los astilleros imperiales. El resto de legiones recibieron un puñado de estas naves, a La Primera Legión El Emperador le otorgó toda una flota con la que lanzarse en pos de La Gran Cruzada.
Con el inicio de la Gran cruzada llegamos al final de este artículo que no es sino el primero de una serie en la que repasaremos la historia de los Ángeles Oscuros. Espero que os haya gustado y que haya arrojado algo de luz sobre esta, la más inaccesible de las Legiones Astartes.
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P.D. Todo lo tratado en este artículo es material canónico publicado por Games Workshop y extraído principalmente del libro The Horus Heresy Book Nine – Crusade.
Gracias a DEEP, he encontrado un pedazo de la Roca.
El mejor blog en castellano que he encontrado.
El grito de guerra de la Primaris Angelus Mortis .
Sigue siendo? Arrepentíos! Pues mañana moriréis!
Sí, nuestro grito de guerra sigue inalterado desde 2ª Edición para honor del Capítulo… Sin embargo yo siempre he sido más de: Nunca Olvides, Nunca Perdones. Si te gustó nuestra participación en Deep Games también te recomiendo la intervención que tuvimos en La Voz de Horus